Rosa, en un
gesto de complicidad con uno de los guitarristas que participa
en el espectáculo. |
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A las 4.000 entradas vendidas con
anticipación, según los datos aportados por Alacrán Producciones,
hay que sumar otras 2.000 en taquilla. Rosa ya preguntaba desde
primeras horas de la mañana -como lo hace en cada concierto- por las
personas que acudirían a la cita. Al final, cerca de 6.000
acompañaron a la granadina más famosa del mundo en la plaza de toros
de Laguna de Duero. Juntos repasaron los temas de su primer disco y
algunas de las canciones con las que millones de espectadores
disfrutaron cada lunes frente al televisor.
Con un poco de
retraso, a las 22.15 horas, la gran maquinaria técnica prevista
empezó a funcionar. La potente luz y los 70.000 watios de sonido no
dejaron a nadie indiferente. Máxima expectación para ver, por
primera vez en carne y hueso, a la gran protagonista de la noche,
Rosa, 'Rosa de España' como a ella le gusta escuchar en boca de los
demás. Y, al fin, llegó el momento. Vestida con pantalón rojo,
camisa blanca con chorreras y levita negra, la gran triunfadora de
las noches de verano inició el espectáculo con 'Ausencia'. Nada más
empezar se notó que el esfuerzo que hace cada noche con la voz la
está pasando factura y sólo el descanso puede devolverla todo el
esplendor. Pero a ella no parece importarle demasiado, entre otras
cosas porque el público, la gente de la calle la demostró ayer que
está con ella, que la apoyará en todo momento.
A pesar de
sus problemas de voz, Rosa deleitó. Dice que echa mucho de menos a
sus compañeros de Operación Triunfo, pero, al menos por lo visto
ayer, nadie diría que realmente los necesitara. Segura, con una
soltura en el escenario impensable hace unos meses, aparcó su
timidez y se creció ante un público entregado al encuentro con la
ganadora del revolucionario concurso que ha establecido un antes y
un después en la pequeña pantalla y en el mercado musical.
Manda en el
escenario
Además, demostró que se supera cada día, ha
aprendido a estar sobre el escenario, se mueve, baila y manda en él
como sólo las grandes artistas pueden hacerlo. Todo ello con el
apoyo y complicidad de ocho músicos, dirigidos por Alberto
Estébanez, y cuatro bailarines con coreografía de Javier Castillo,
Poti, quien ha pasado de desesperarse con Rosa en los inicios de la
Academia a aplaudir cada uno de sus movimientos.
Y, eso sí,
el despliegue de ayer hace pensar que la granadina ha tenido que
ensayar y mucho para dominar cada uno de los múltiples detalles que
requiere un escenario tan elegante y vanguardista, basado en una
estructura tridimensional que cuelga del centro, y que permite el
mejor acompañamiento posible para disfrutar plenamente de un
espectáculo absoluto, de esos que sorprenden desde el
inicio.
Fueron casi dos horas de directo; tiempo más que
suficiente para que este portento de tan sólo 21 años deje claro que
en el registro grave no tiene rival. Por eso y por muchas otras
cosas, Rosa, con más o menos voz, gana en simpatía, dedicación e
ilusión. Y también por eso ha alcanzado una fama tan limpia y blanca
entre la población que ni las malas lenguas ni los oportunos
cotilleos conseguirán bajarla del escenario. Se lo
merece.