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música
El país multicolor de Rosa La cantante despejó las dudas sobre el estado de salud de su voz en el Auditorio de Sevilla
| ROSA. En concierto. ANTONIO PIZARRO |
Ricardo Castillejo.
SEVILLA. Rosa volvió al Auditorio de Sevilla dentro de la gira de conciertos de su disco Ahora, con el que supera los 300.000 discos vendidos. La afluencia no fue masiva, pero sí destacó el efusivo recibimiento del público a una cantante mucho más madura artísticamente que la última vez que visitó la ciudad.
Como cuando toda la familia se reunía frente al televisor para ver la popular serie de la inolvidable abeja Maya (aquella del país multicolor). Ésa era la sensación que se respiraba en el ambiente del Auditorio la pasada noche del viernes cuando, al entrar en él, se veía a abuelos, padres e hijos unidos y portando una especie de globos cilíndricos de múltiples tonalidades que se regalaban a la entrada para aplaudir con ellos, formando jaleo, a la granadina Rosa López. Todos esperaban con impaciencia la aparición de la cantante que, lamentablemente, se encontró con un aforo bastante inferior al conseguido por el que fuera su compañero de concurso, David Bisbal, el más reciente triunfito de paso por Sevilla. Si Bisbal superó con creces las 8.000 localidades del recinto, Rosa alcanzó, a duras penas, las 3.000.
Pero, aunque la asistencia no fuera espectacular, el cariño que la gente demostró hacia su Rosa de España sí que lo fue. A las diez y media en punto, media hora después del momento de inicio que anunciaba la entrada, las luces bajaron. Sus incondicionales fans la llamaban a gritos mientras sonaban las primeras notas de Don't stop the music. Fue entonces cuando la joven intérprete apareció por el centro del escenario con unos sencillos vaqueros, top negro de encaje y gafas negras de sol que se quitó casi de inmediato. Y, aunque sea de dominio público que tiene aún muchos pasos que dar en esta profesión que ha elegido, lo que se dejó bien patente es que la adoración que le tiene el público a Rosa es inmensa, respuesta lógica por otro lado si tenemos en cuenta que es la sensibilidad personalizada (y esas cosas siempre son de ida y vuelta). Además, después de ver su cara de felicidad sobre un escenario, se entiende cuando confiesa en las entrevistas que concede que cantar es su vida.
Los gritos de "¡Rosa, guapa!" la emocionaron desde el principio y, a partir de ahí, Rosa invitó a descubrir que, por si quedaba alguna duda después de sus afecciones vocales, ahora el estado de salud de su garganta es impecable. Éxitos de sus propios trabajos discográficos y otros éxitos como I say a little pray, Unchained melody, I have nothing...a con los que la granadina homenajeó a grandes voces negras de la talla de Shirley Bassey, Whitney Houston y Donna Summer demostrando, de paso, que ése es el verdadero camino musical que, de una vez por todas, le debieran dejar seguir aquéllos que controlan de cerca su carrera musical.
Y de nuevo los gritos de "¡Rosa, eres la más grande!", "¡Rosa, te queremos!" en cada una de las espectaculares subidas de voz de la cantante, quien, por cierto, ya había advertido de la sencillez de su puesta en escena en este espectáculo. Era su voz la gran protagonista de la noche del viernes porque, pese a quien le pese, Rosa es una de las grandes intérpretes actuales de este país. Grande en talento, grande en tamaño y grande en corazón.
Tras un breve descanso, volvieron los ritmos setenteros, columna vertebral de la selección musical.
A la hora y diez minutos del inicio, se anunciaba que llegaba el momento de la despedida para, con los cuatro bises que se ofrecieron, alcanzar la hora y media de duración total. Entre los regalos musicales que tenía preparados como prolongación de su actuación, sonó un tema de un amor imposible compuesto por ella misma con sólo catorce años, amén de su eurovisivo Europe's living a celebration. Un concierto breve, pero suficiente.
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